La inteligencia emocional potencia nuestra vida. Encender esa luz interior es un camino que se transita, un proceso de aprehensión de habilidades emocionales que solo perdura en el tiempo cuando tenemos las herramientas para trabajar en su constante perfeccionamiento. La educación emocional es por lo tanto el desarrollo de competencias emocionales para la la transformación desde lo individual, dándose esta de manera natural.
Este proceso, continuo y permanente, es vital a la hora de pensar en el desarrollo óptimo de una persona. Un desarrollo mental adecuado permite desenvolvernos en sociedad sin problemas, ser personas libres, independientes y sin ningún obstáculo que impida lograr nuestros objetivos. La educación emocional trabaja sobre estos aspectos además de que fomenta nuestra empatía y motivación, valores fundamentales de un individuo emocionalmente sano.
En los niños, la ausencia de habilidades emocionales facilita la presencia de problemas de comportamiento. Esto perjudica el bienestar psicológico, el rendimiento académico y las relaciones interpersonales. En este término, la psicología, como ciencia que estudia los comportamientos y procesos cognitivos-emocionales, ocupa un espacio trascendental a la hora de desarrollar una estrategia que encauce la educación emocional, donde la estimulación de la conducta se oriente necesariamente hacia la autoconfianza y protección del medio natural.
Es importante capacitar los niños con habilidades emocionales que les permitan afrontar la vida tanto personal como profesional con éxito, aumentando de esta manera su bienestar y profundizando la convivencia con conciencia ecológica y valores éticos.
